Pero también podéis hablarme de perplejidad, de entender y no entender (la novela se entiende), de disfrutar y avanzar, de penar junto con al protagonista, pero de penar con el escritor. Su forma de escribir -de Fedor Dostoyeski- tan intensa, tan pasional, tan grandilocuente, (al hablar de las bajas -sobre todo- pasiones) que se me hace tan remota que a veces, se me hace irreal, se me hace surrealista, tan surrealista que se acerca, incluso, al teatro del obsurdo.
Entendámonos, con todo y con esto no estoy diciendo que no sea una de las mejores novelas rusas y posiblemente de la literatura toda, pero es que del mundo de Crimen y Castigo al nuestro, a la literatura de hoy hay unos cuantos pasos. No estoy diciendo, para nada que no la esté disfrutando, pero hay veces, que de verdad, tengo que hacer un esfuerzo para no pensar que estoy en el camarote de los Marx.