martes, 30 de marzo de 2010

El personal entero de este hospital está bailando para aumentar laprevención del cancer de mama. Si consiguen 1.000.000 de "click" en elenlace de youtube, recibirán una gran donación para el tratamiento delcancer de mama de la compañía que fabrica los guantes rosas.

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viernes, 26 de marzo de 2010

El síndrome de...¿mio?


Sthendhal, durante un viaje que realizó por la Toscana, visitó Florencia y saliendo de la iglesia de la Sta. Croce sufrió un aturdimiento acompañado de palpitaciones y vértigo y sensación de ahogo, acababa de acuñar sin el saberlo el "Sindrome de Sthendal", síndrome que padecen millones de viajeros ante la sobredósis de belleza que Florencia emana.
Estoy leyendo "La balada del café triste" y creo que he descubierto un nuevo síndrome, se podría llamar como cada una de las personas que lo sienten, que lo gozan oque lo padecen, porqué afortunadamente no soy la única que ha claudicado ante esta sobredósis de belleza que casi me ha llevado al éxtasis,peroes una emoción tan íntima y solitaria que que en ese momento crees que eras la única persona en el mndo que eres capaz de sentirla. Todo esto me ha llevado a pensar (hoy me ha dado por pensar más dela cuenta) si esta emoción será comparable a la que pueda sentir un aficionado a los toros viendo una buena faena, o un futbolero, o a la mística religiosa y me lo pregunto porqué carezco de cualquiera de las tres. ¿Se tendrá que tener una sensibilidad especial para cada una de ellas? o ¿una misma persona, puede ser aficionado a los toros, con todo lo que ello implica, disfrutar de una jugada de fútbol, y de la balada del café triste?, y así puedo seguir con otras artes como la pintura, la danza o la música con las que si puedo sentir el mismo sindrome. Ay, Dios mío! en que berengenal me he metido,¿se me entiende?

martes, 23 de marzo de 2010

Si me quéreis : ¡ESCUCHARME!


Homenaje a Lola,
Y, sí, esto es un homenaje a Lola porque hoy, leyendo uno de los cuentos de la Carson, se me ha venido a la memoria la noche, llamémosla del biombo, cuando desde el fondo sur de su corazón, la misma Lola, nos increpó: “¡Me cagu’en dena! Pero, un momento, Aixó, ¿qué vol dir? ¿es que no aneu a dir res dels relatos?, ¿Ja está, ja s’acabat? ¿Ningú no té res a dir, perque no podeu negarme que tot el que conta ahí es com la vida misma? ¿Qué no vos a pasat un moment, no habeu vivit un instant de tot el que diu? Xé, pos ara si que estem bé, au! ¡M’en vaig a fer un cigarret, que açó no pot ser! S’haurá vist cosa igual …”
Y es que nuestra Lola es concreta, concisa y desde luego de carta cabal, no se suele explayar con sus impresiones, pero transmite como una sabiduría intuitiva, que en dos sensaciones, sin más adjetivos, te sitúa una emoción. En un vist i no vist, que diría ella te plantea el grueso del dilema de un libro. Y esto viene al hilo de que, esta tarde, leyendo el relato de Carson McCullers, Madame Zilensky y el rey de Finlandia, he pensado en cuánta razón tenía… Me explico, o lo intento: El cuento, por si no lo recordáis ahora, trata de una profesora de piano, Madame Zilensky, una mentirosa compulsiva, que igual cuenta haber visto al rey de la república de Finlandia en una pastelería, que haber concebido sus hijos en amores delirantes y frenéticos con un francés, ó con un polaco que tocaba el flautín, como nos cuenta su safari en Africa, como... no sé cuántas cosas (vidas) más. Cuando la profesora de música es descubierta por su jefe, éste va directo a ella, sin dudarlo, convencido de su rectitud, a desenmascararla, a descubrirse conocedor de
sus quimeras, pero en el transcurso de la conversación flaquea, algo se le mueve en su no-razón y ya nada es del todo cierto, nada es del todo mentira, hasta el perro de los vecinos comienza a correr hacia atrás...
Yo, alguna de vosotras también, conocí una vez a un mentiroso compulsivo, alguien que te encajaba la mayor de las trolas entre pecho y espalda sin mover una pestaña y así una y otra y otra; No es que fuéramos unas ingenuas o incautas, sino que lo que hacía más creíble todo es que él no conseguía ninguna ventaja por ello y por esto nos resultaba del todo inverosímil que estuviera mintiendo otra vez, ¿para qué?, y así nos tragábamos una, otra y otra patraña. Nunca entendí el porqué de aquello salvo que sería algún desarreglo patológico, aunque no peligroso.
Al leer este cuento y recordar las palabras de Lola, que nos decía que todo lo que contaban a ella le había pasado aunque fuera un momento, pensé es verdad.
¿Quién como Madame Zilensky no se miente un poco, un poquito, cada día sólo para seguir viviendo? Yo sí, cuando huyendo de la rutina invento ilusiones, cuando lo que debería ser sólo una sonrisa lo estrujo para que sea carcajada, cuando pienso qué bien con aquello que al final acepto porque no puedo cambiar y así unas cuantas mentiras cada día. No llego a la compulsividad, no llego a la patología, no engaño a nadie, sólo cambio un trozo de ingenuidad por un guiño a la realidad, una mentirijillas a cambio de darle color a la vida y es que en “un mundo irreparablemente divido entre los que creen en el orden establecido por un metrónomo y los que prefieren tener fe en las más verdaderas de las mentiras” : yo perdí el metrónomo.

jueves, 11 de marzo de 2010

El biombo


El invierno estaba a punto de salir de cuentas, estaba hinchado y pesado y en su afán de parir la primavera, rompía aguas y con cada contracción soltaba los últimos fríos. Así y todo la noche era igual de buena para celebrar la cena del trimestre, se había elegido el restaurante con la condición de que nos instalaran en un reservado puesto que éramos "un grupo de tal" y necesitábamos cierta intimidad para nuestros propósitos que no eran otros que, comentar, compartir, leer, el libro que llevábamos entre manos en esos momentos, y eso es raro y necesita de cierta intimidad. Bueno, pues con esas nos presentamos y ¡oh, surprise No hay reservado!, siempre hay categorías y había quien lo merecía más que nuestro "grupo de tal". Tras un momento de tensión y protestas y por iniciativa de la solícita camarera, apareció cargada con El biombo.
El biombo tenía carácter de biombo que para el que no lo sepa suelen ser bastante reservados y discretos, gustan de tapar lo que no se quiere que se vea y jamás irían a un plató a contar las intimidades de sus protegidos. Este, además venia decorado con escenas parisinas,- el arco de triunfo y la torre eiffel, que aprovecho para decir para mi que tienen un affaire-, eran lo que lo distinguía del resto de los biombos porqué sino serían todos iguales.
Allí impertérrito, y cual guardaespaldas (así lo sentía yo) nos separaba del resto de las mesas, aguantó la velada sin hacer comentarios a nuestros comentarios sin reírse, aunque a veces tuvo ganas, vamos sin rechistar, como debe ser.
La cena se alargaba demasiado, en absoluto por culpa nuestra, pero así fue. Sin que nadie se diera cuenta El biombo, nuestro biombo, ya no aguantaba más de pie y se iba poniendo pálido y le corrían sudores fríos par les champs elisées, así que, de repente se desmayó y cayó todo lo largo que era sobre la mesa de detrás, afortunadamente el destino quiso que ya estuviera vacía. Los gritos precedieron a un silencio que no era normal, nadie hizo el menor comentario ni se preocupó por el estado de nuestro protector,después de una pequeñisima algarabía fue retirado y no supimos cual fue su fín. Pobre biombo, se me ha quedado grabado a fuego, jamás podré olvidarlo y mostrar la gratitud que se merecía. Pensad un ratito en Él,¿a qué, ya se os habia olvidado? ¿alguien se dió cuenta de lo bonito que era, y de lo bien que cumplió su función?. Ingratas.

domingo, 7 de marzo de 2010

El destino de los deseos

Siempre me gustó Neruda. Siempre pensé cómo se sentiría esa mujer a la que dedicó 20 Poemas de amor y una canción desesperada. Cuando leo esos bellísimos poemas me quedo absorta y queriendo imaginar qué sentimientos no desataría en la mujer a la que iban destinados, qué sentiría aquélla al leer, o cuando le leyeran, tan penetrantes e intensas letras ensortijadas sólo para ella.
Siempre quise saber cómo era esa mujer, aunque también temía, un poco entrelineas, que la vana realidad no respondiera a toda la gallardía que desprenden las palabras de estos poemas y que más de un golpe de pusilanimidad hubiera detrás de ellas; por eso, el saber a quién iban dirigidas estaba dentro de esas cosas que prefieres más desear que obtener, pero el destino de los deseos sigue sus cauces y así me llega, sin querer-queriendo, la imagen de Albertina Azócar, la que subyugó a todas las musas en sí misma para que Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, Pablo Neruda, escribiera sus 20 poemas y acabara con una canción desesperada

...Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme en la tierra de tu alma,
y en la cruz de tus brazos! ...

Veo su foto y la veo bella y profunda y leo que Neruda conoció a Albertina Azócar en 1921 estudiando en un antiguo Instituto de Pedagogía ubicado en pleno corazón de Santiago y ahí comenzó una relación muy apasionada, llena de altos y bajos. Albertina era una mujer discreta e inteligente, estando Pablo Neruda como cónsul en Ceylán, en diciembre de 1929, le escribió desesperadamente a su amada: "me estoy cansando de la soledad, y si tú no vienes, trataré de casarme con alguna otra". Albertina Azócar jamás llegó y el poeta se casó con la holandesa María Antonieta Hagenaar.
Aquí empieza la pusilánime realidad, que para huir de un amor no resuelto cae en brazos de otro y de un matrimonio que duró dos años y concibió una hija, Malva Marina, que nació con hidrocefalia. Neruda se alejó de sus vidas para siempre en 1936, después de la separación, nunca parece ser quiso saber nada de esta niña, que falleció a los ocho años de edad. En torno a esta historia se han entrelazado muchas e inverosímiles leyendas y escrito libros queriendo vislumbrar qué significó para el poeta esta niña, nadie lo sabe, en su autobiografía no la nombra, se cuenta que al anochecer a veces alguien entraba al cementerio de Gouda, un poblado holandés, donde había sido enterrada la niña, y después de recorrer varias tumbas se paraba ante una lápida vieja, gris y abandonada por el tiempo, cubierta de malezas y azulejos blancos, en la que se lee: "Aquí descansa nuestra querida Malva Marina Reyes, nacida en Madrid el 18 de agosto de 1934 y fallecida en Gouda el 2 de marzo de 1943".

martes, 2 de marzo de 2010

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