sábado, 6 de septiembre de 2008

Despertares

Hoy llueve, dicen que ya no es verano, eso será. El lunes regreso; antes, hoy, mañana, han habido muchas, demasiadas despedidas y a mí me llaman a retreta las rutinas, que nunca huyen, que siempre pacientes me esperan; es el tiempo de melancolías, no sé si también el tiempo aquel de cerezas, de vidas que no tendré, de impaciencias y anhelos, también de sonrisas y reencuentros, de arrullos y querencias... por fortuna no más que un dulce retozar con los sentimientos.

Hala, ahí queda eso! Y aquí, os dejo de Jaime Gil de Biedma: Albada, a ver si hace despertar a este blog aún, como yo, a rastras con su letargo veraniego.



Despiértate.
La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,
y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
y no por el placer.

2 comentarios:

McCorroe dijo...

Desde la primera frase poderosa de Gil de Biedma he sentido a R. Ford. La métrica inmaculada de Biedma encarnándose/entroncándose con la magia realista de Ford, en su incocibible, inabarcable cotidianidad.
De tu texto casi me de vergüenza alabarlo porque siempre me queda como un regusto a "coba", pero, diría, te admiro como retratista de la -también- consuetudiaridad.

The cat dijo...

Primero, gracias por tus palabras, siempre animan los comentarios para no sentir el vertigo como de caer en un vacio oscuro.
De lo que dices, es cierto que Gil de Biedma es grande y no me había parado a pensar lo que dices, las similitudes con Richard Ford, y más precisamente cuando estoy leyendo a este último, y es verdad esa cotidianidad inabarcable para cualquiera con palabras es lo que veraderamente bordan el uno y el otro.
Y ahora va por ti, endeluego eres única, como ya te descubrió Mdelaté, aumentando el diccionario con nuevos posibles vocablos y he de confesar y confieso que estaba tan bien traido lo de consuetudiaridad que me he ido directa y convencida a la Rae, a deleitarme de conocimiento, pero parece ser que estos ilustres señores tanto limpiar y dar esplendor y entre trapos y plumeros se han cepillao la consuetudiaridad y me quedao al pairo ...y eso qué será ?¿