domingo, 17 de mayo de 2009

Crónica del sentimiento


Esta vez no es la crónica de una lectora, si no la del sentimiento de la lectora, amiga, hija, madre, mujer...En definitiva de la persona que soy, que de repente me he dado cuenta de la suerte que tengo de querer a tanta gente, y que aunque parezca una contradicción soy feliz de poder sentir la tristeza de los que sufren porque me acerca más a ellos, pero por favor pido a quien corresponda que también me den alegrías porqué tembien me gusta compartir la alegria de los que quiero. Y para compartir, aquí dejo este video del Pie Jesu del Requiem de Andrew Lloyd Weber, porque es sencillamente precioso.

1 comentario:

The cat dijo...

Como hemos leído a Chejov, hemos leído a Gogol, al leer tu artículo se me ha venido a la cabeza un cuentito bonito y dulce como el chocolate, dulce como tus palabras,
Decía….Hay un cuento por ahí que habla de una niña muy golosa, que apenas tenía amigos y sólo encontraba diversión en los dulces, en el chocolate; dicen que un día se bebió el contenido de una brillante botellita de cristal dorado, rellena de lo que parecía chocolate, estaba deliciosa, se la bebió de un solo trago, sintió un extraño cosquilleo y entonces reparó en el título de la etiqueta: "lágrimas de cristal", decía, y con pequeñísimas letras explicaba: "conjuro para convertir en chocolate cualquier tipo de lágrimas".
¡La niña estaba entusiasmada! ¡Todo se convertiría en chocolate!. Corrió por los alrededores buscando quien llorase, hasta encontrar una pequeña niña que lloraba desconsolada. Nada más ver sus lágrimas, estas se convirtieron en chocolate, endulzando los labios de la niñita, que al poco dejó de llorar. Juntas pasaron un rato divertido probando las riquísimas lágrimas, y se despidieron como amigas. Algo parecido sucedió en más ocasiones, ocurrió con una mujer que había dejado caer unos platos, con un viejito que no encontraba su bastón, con una señora que se encontraba sola, etc…aparecia la niña y las lágrimas de chocolate animaban sus caras arrancando alguna sonrisa. Pronto la niña se dio cuenta de que mucho más que el chocolate de aquellas lágrimas, lo que la hacía realmente feliz era alegrar a las personas que tenían problemas con su compañía eso era lo que la hacía verdaderamente feliz, y sus locas búsquedas de dulces se convirtieron en simpática ayuda para quienes encontraba entregados a la tristeza. Y de aquellos dulces encuentros surgieron un montón de amigos que llenaron de sentido y alegría la vida de la niña.