martes, 13 de enero de 2009

Existir sin mañana y cegarse en la nada...

Me hacen gracia los primeros versos de tu poesía no tener un Dios, ahora que tenemos en la calle la polémica, ahora que lo tenemos hasta en la sopa... perdón, hasta en los autobuses, parece escrito justo para la situación presente. ¿Existe Dios?

Y meditando acerca de tus reflexiones sobre las novelas, Crimen y castigo y La hija del capitán, y habiendo releído un artículo mío ya trasnochado, donde hablaba de distintos tiempos, de la actualidad frente al pasado que retratan esas novelas, de distintos ritmos, de distintos lenguajes aunque, efectivamente, de los mismos problemas y quizás ahora incluso más acuciantes por ser la nuestra una sociedad más evolucionada y por ende deberíamos pretender que fuera más justa, pero creo que la evolución ha sido, solamente, material (a quien alcanza). Emocionalmente, creo que hemos hemos evolucionado muy poco. Tú, en tu artículo hablas de la esclavitud, la evidente (África, Asia...) y las esclavitudes encubiertas (el dinero, el dinero y posiblemente el dinero), no se me ocurren más, creo que es el centro de nuestras vidas. Deberíamos contratar otro autobús que diría la verdad Dios existe, es el dinero. Otro problema que compartimoscon tiempos pretéritos es el machismo, (donde es tolerable la violencia contra las mujeres si es lo justo, lo razonable). Recordad el pasaje aquel donde el personaje de Crimen y castigo se enorgullece de saber cuándo y por qué hay que pegar a la mujer. Otro problema, la pena de muerte o la falta de auxilio social, por ejemplo, en la sociedad del bienestar, y un largo etcétera que sería largo de enumerar y estoy viendo que esto va a quedar demasiado largo.


Pero lo que realmente acerca a estos autores al hombre/mujer del siglo XXI son sus problemas existenciales, su dualidad, sus problemas de ubicación en este/aquel mundo, de estos seres que somos, insignificantes, que no sabemos si podemos aspirar a piojos o a napoleones, que somos, ora auténticos napoleones, ora ínfimos mosquitos. La diferencia, posiblemente, es que ellos -escritores/napoleones piojos/gentecorriente- no tenían nuestro ritmo frenético de vida, -¿o quizás no es tan frenético y es lo que nos gusta pensar para no darnos cuenta de que solo sobrevolamos sobre nuestras vidas?-, donde no nos damos cuenta que el nuestro es un existir sin mañana y cegarse en la nada. El mañana es muy duro, ¿qué nos espera después de todo este largo/corto camino? Y no pedimos “—socorro—” porque debemos de ser los más fuertes y triunfadores y permanecer impasibles frente a la adversidad, y los otros, los pugachoves y pietors disponían de todo tiempodel mundo frente al fuego, en invierno, frente al río en primavera -esta literatura me ha enseñado que no hace tanto frío en Rusia- y podían meditar, sin ganas, solo por tener demasiado tiempo y eso les hacía más delicados, más frágiles porque siempre encontraban sus contradicciones y las del vecino, que muchas veces se ven más claramente.

1 comentario:

McCorroe dijo...

Por error u omisión -creo que definitivamente omisión- se me quedó en el tintero este último párrafo, que cuelgo, ya que hice el esfuerzo. Ahí va.

(...)En fin, que sí, que sus problemas y contradicciones deben de ser los mismos que los nuestros, sólo que más vividos, más vívidos porque estaban, puede ser, menos entontecidos y estos escritores han sabido hacer retratos sabios, con sus palabras, mágicas muchas veces en su hilazón, algunas veces ¿trasnochadas?, siempre llenas de actualidad.
Creo que ahora estamos ante la literatura de la concisión, donde menos es más, de la hiperrealidad, del frío, donde ningún personaje tiembla de amor cuando te rozan si no es que estás leyendo a Corín Tellado, pero donde creo que pedimos a gritos que alguien nos recuerde que algún día fuimos así.