viernes, 21 de marzo de 2008

El viaje de Alicia


Habían puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Sentado entre ellos había un Lirón, que dormía profundamente, y los otros dos lo hacían servir de almohada, apoyando los codos sobre él, y hablando por encima de su cabeza. «Muy incómodo para el Lirón», pensó Alicia. «Pero como está dormido, supongo que no le importa.»
La mesa era muy grande, pero los tres se apretujaban muy juntos en uno de los extremos.
--¡No hay sitio! --se pusieron a gritar, cuando vieron que se acercaba Alicia.
--¡Hay un montón de sitio! --protestó Alicia indignada, y se sentó en un gran sillón a un extremo de la mesa.
--Toma un poco de vino --la animó la Liebre de Marzo.
Alicia miró por toda la mesa, pero allí sólo había té.
--No veo ni rastro de vino --observó.
--Claro. No lo hay --dijo la Liebre de Marzo.
--En tal caso, no es muy correcto por su parte andar ofreciéndolo --dijo Alicia enfadada.
--Tampoco es muy correcto por tu parte sentarte con nosotros sin haber sido invitada --dijo la Liebre de Marzo.
--No sabía que la mesa era suya --dijo Alicia--. Está puesta para muchas más de tres personas.

Fragmento de Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll.
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He leído hoy el principio del capítulo Los desiertos de Sonora (1976), concretamente 2 de enero, cuando salen huyendo Belano, Lima, Madero y Lupe de DF en el flamante Impala, huyendo y buscando no se sabe muy bien qué, si a Cesarea Tinajero o sí a sí mismos, si huyendo del matón o de sí mismos, siempre por carreteras polvorientas, tragando polvo, a velocidades de vértigo, con con interminables horas de travesía y como centro el diálogo, que Madero mantiene/entretiene con una lección magistral sobre semántica, el arte de la métrica clásica y un montón de palabras y definiciones imposibles y con un diálogo que desde el primer fragmento me ha hecho pensar el Alicia, un diálogo imposible, un diálogo por entretener el tiempo. Y fuera de él (diálogo), la Lupe, tan inculta y tan fuera de tanta sapiencia pero que de pronto descubre que con el argot es uan maestra y toma el relevo y tira del carro del entretener el camino a Madero y pregunta toda clase de palabras, de frases, de giros... que ellos juegan a descubrir.
Y este libro que les leí a mis hijas y que seguramente disfruté más que ellas, que me hizo descubrir la magia de un libro que es problemente más para mayores que para niños, con esa magia contenida, con esa magia posible, de juegos de luces y de sombras con la realidad.
Y esta travesía por el desierto de Sonora, sin sentido, me recuerda al viaje forzado de Alicia y sus vanas ilisiones de entender ese mundo subterráneo que descubre. Quizá, ese mundo subterráneo sea para ellos la Tinajero, y sus preguntas y respuestas sus ganas de entender ese (el otro) mundo, un festín en el que ellos sin estar invitados, se sientan.

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