Quizás la palabra que me ha estado martirizando mientras he estado leyendo Los dectetives salvajes, desde el principio, desde que lo he acabado, revolviendo en mi cabeza, correteando, enredando, buscando el sitio para salir, siguiendo los pasos, quizás sea estímulo.
¿No es la lectura de Los detectives salvajes, estimulante? Estimulante en todo el amplio sentido de la palabra, no estimulante a la manera de las compresas de anuncio o del atardecer de anuncio, o de quitar la sed de anuncio, o el blanco de anuncio, o el sucio de anuncio, estimulante de mazazo a los cimientos, estimulante de leer con ojos nuevos, de leer por sobre nuevos surcos del cerebro.
Necesito la amalgama que de sensaciones que provocó en mí el cutrenarcisismo de Belaño, y su carrera y carreta contra el tiempo y su búsqueda de un nuevo tiempo, de un tiempo de pasta blanda, un tempo contado con cada rincón y revuelta y verlo contar hasta dónde puede llegar la poesía: hasta una línea, hasta una muerte.
Y eso lo he descubierto leyendo el nuevo libro, Una historia de amor de y de oscuridad, de Amos Oz, un libro tan correcto, tan como recién duchado y peinado a raya y tan oliendo a colonia, y tan fresco, y tan limpio, y tan correcto, tan cargado de buenas intenciones, -espero- pero tan poco estimulante, mis cimientos se adormecen, la adrenalina vuelve a sus cauces, la descarga acabó. Qué corte tan en seco.
¿No es la lectura de Los detectives salvajes, estimulante? Estimulante en todo el amplio sentido de la palabra, no estimulante a la manera de las compresas de anuncio o del atardecer de anuncio, o de quitar la sed de anuncio, o el blanco de anuncio, o el sucio de anuncio, estimulante de mazazo a los cimientos, estimulante de leer con ojos nuevos, de leer por sobre nuevos surcos del cerebro.
Necesito la amalgama que de sensaciones que provocó en mí el cutrenarcisismo de Belaño, y su carrera y carreta contra el tiempo y su búsqueda de un nuevo tiempo, de un tiempo de pasta blanda, un tempo contado con cada rincón y revuelta y verlo contar hasta dónde puede llegar la poesía: hasta una línea, hasta una muerte.
Y eso lo he descubierto leyendo el nuevo libro, Una historia de amor de y de oscuridad, de Amos Oz, un libro tan correcto, tan como recién duchado y peinado a raya y tan oliendo a colonia, y tan fresco, y tan limpio, y tan correcto, tan cargado de buenas intenciones, -espero- pero tan poco estimulante, mis cimientos se adormecen, la adrenalina vuelve a sus cauces, la descarga acabó. Qué corte tan en seco.
2 comentarios:
Así de momento yo no diría poco estimulante, iría más allá, para mí por ahora es soso, aburrido y antipático. Espero que como otras veces me sorprenda más adelante y cambie mi opinión.
Yo sigo atrapada con los sudokus y aun no he empezado el libro, a ver si mañana en el metro me animo, aunque si lo poneis así...no se.
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