martes, 4 de marzo de 2008

Permitidme...


Mañana la reunión será en casa de Amparo a eso de las 9,15 más o menos, como el miércoles anterior. Sed fieles, puntuales. Sobaquero, off course.
Permitidme, estoy con mi perezía y mi dispersamiento, no encuentro la que diría. He disfrutado de vuestros artículos, de vuestras reflexiones. Y al hilo de eso diría: creo que una buena novela no cuenta qué pasa, en Sudáfrica o lo que pasa en México, o en las grandes égiras, las grandes tragedias... las grandes novelas nos cuentan cómo se viven esas historias, esas epopeyas. Y nos cuentan que cualquier cosa está pasando y que todos formamos parte de esa historia. Las novelas nos abren esos microcosmos que forman historias dentro de la historia. Ahora conocemos la historia de México a través de sus calles, de sus paisajes, de sus camiones... Estas grandes historias en pequeño nos hacen conocer la Historia, en grande. Conocemos que Sudáfrica -este es el caso que nos ocupa- vive una situación caótica, sabemos que viene de antaño, una situación dolorosa, angustiosa, pero sabemos que la historia tiene nombres propios, y que cada nombre propio lucha o se somete de un modo distinto y escudriña su presente y su futuro y afronta con dolor, con perplejidad, con humor, con amor... cada hora de sus vidas.
Y ahora, com México: he sentido su turvación, he pateado sus calles, he sentido sus aromas, he vivido su tempo, he probado, incluso, su mezcal, he probado sus camas, he sentido su enfermedad, he olido sus sábanas, he oído sus fuentes y he sentido, presente, la muerte.
¿No somos los lectores personas que buscamos fervientemente cabezas que pongan en orden nuestras ideas, cabezas de alquiler? Quizá ahí radique la explicación de una gran novela.

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